La bollera muchachos, a quarto y á dos quartos

 

Musulina y curtes de chalecus

Cuando se habla de los vendedores del Rastro se trata de los que tienen un puesto desmontable en las calles del mercado de los domingos y festivos.

Una parte de ellos se dedica a la venta ambulante en varios mercados durante la semana. Otros sólo montan su puesto en el Rastro y no son verdaderamente ambulantes aunque pueden tener un negocio o trabajo propio en otra parte. Todos los vendedores del Rastro tienen actualmente un puesto asignado por el Ayuntamiento marcado en el suelo de la calle y pagan una contribución municipal en función del espacio ocupado y de su ubicación. Están sometidos a la Ordenanza del año 2000 que les exige muchos documentos para la renovación anual de su permiso que no dejó nunca de ser provisional.

En sus puestos, venden todo tipo de mercancías, a excepción de comestibles o animales: relojes antiguos, perfumes, bisutería, acuarelas y óleos, cerámica, plantas, viejos utensilios, piezas de fontanería, lámparas, antigüedades, libros, ropa nueva y usada, mantas, camisetas o vestidos teñidos de forma artesanal, piedras naturales, instrumentos de música, incienso, abanicos, velas, encuadernación, sombreros, grabados, tubos de goma por metro, objetos artesanos de la piel, de la madera o de la plata, ferretería nueva y de ocasión, material de electricidad, bombillas, repuestos de automóvil, grifos antiguos, cosmética, peines y cepillos, peinetas, objetos de decoración, lámparas, mantelería, chales de Manila, zapatos, lencería, bolsos de artesanía, mochilas, bordados, CDs., discos de vinilo, accesorios de informática y ofimática, material fotográfico, accesorios y alimentos para mascotas, cromos, comics, etc. Uno arregla relojes, otro hace llaves.

Los vendedores suelen ser muy simpáticos. Entre ellos, hay muchos madrileños, forasteros llegados a la capital, extranjeros residentes en Madrid y sus alrededores. Son de todas las etnias y sus idiomas son de todas partes del mundo. Algunos han vivido en varios países antes de asentarse en Madrid. Se llevan bien entre sí y se ayudan unos a otros. El Rastro es una comunidad sin guetos ni aislamientos. En la mañana de los domingos y festivos, conviven vendedores de origen español (payos o gitanos), magrebíes, indios, paquistaníes, argentinos, peruanos, portugueses, franceses, centro-africanos, etc. Sus costumbres religiosas o culturales son diversas: se respeta a los musulmanes con su Ramadán y sus mujeres con velo, a los evangelistas, a los gitanos con sus costumbres y su manera de vestir , al hippie de los años 70, al joven con su piercing, sus peinados y su ropa llamativa y original. Todos toleran a todos. El Rastro es un ejemplo para las sociedades conflictivas.

Antiguo impuesto para la venta ambulante


Estera fina

 

 

Medias y calcetas